Esta actividad ya se conocía por películas como «Tú matas y nosotras limpiamos la sangre» -en Estados Unidos hay empresas dedicadas a esta actividad desde principios de los noventa del pasado siglo-, o por la serie televisiva «CSI» -en la que, por cierto, quienes se dedican a estos menesteres no quedan muy bien parados-, pero en España este territorio estaba hasta ahora más bien virgen.
Quienes se dedican a este oficio se dividen entre «valientes» y «profesionales». Los primeros abundaban mucho a principios de los noventa cuando esta actividad estaba en pañales. «Al principio llegaban y limpiaban como podían. Se cuenta el caso de dos hermanos que llegaron a una casa donde se había producido una muerte desatendida. Vieron aquello y se pusieron manos a la obra sin pensárselo mucho. Y cogieron el colchón en el que se había muerto la víctima. Todo el líquido de la putrefacción acumulado les cayó encima. Uno de ellos, una chica, salió corriendo, y se dice que no ha parado de correr todavía», relata.
«Los gusanos se meten por todas partes y si no se encuentran dan problemas de olor durante mucho tiempo», señala. Esta circunstancia convierte el trabajo de un limpiador traumático casi en una labor detectivesca. «Lo primero que hay que eliminar son aquellas partes que hayan estado en contacto con el cadáver en putrefacción. Los colchones, las alfombras... El parqué que ha absorbido líquidos es irrecuperable, y hay que cortar por lo sano. A veces utilizamos la maza, el cortafríos y las tijeras para llevarnos literalmente esas partes».
No obstante, no todo es retirar restos humanos. El objetivo de la empresa es evitar cualquier trauma a los familiares de la víctima, lo que incluye la custodia de objetos con valor sentimental y la retirada de aquello que pueda recordar al fallecido. "Encontrar los platos de su última cena sobre la mesa es una imagen horrible", pone como ejemplo el empresario asturiano.
Por otra parte, la limpieza de un escenario así implica acabar con los malos olores. Para no resultar infectados, los empleados de esta empresa familiar se visten con un mono protector llamado 'Tyvek', operación que puede llevar unos 15 minutos.
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gustavo -
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